miércoles, 12 de mayo de 2010

humo


Me miró fijo y bajé la vista, vi así mis zapatillas embarradas, mis cordones desparejos. Había estado ignorándome mientras fumaba y movía lentamente su cabeza recorriendo lado a lado la unión entre el techo y las paredes frías del pasillo. Ahora al fin me observaba y yo no podía, aún cuando, sudando, había deseado que me percibiese. Sus ojos eran duros, sus párpados viejos, sus cejas filosas. Me invadía, me ultrajaba. Y sin embargo se mantenía en cínico silencio, con los labios secos sellados. Vi sus manos, advertí que se impacientaban, que se abrían y se cerraban de manera siniestra. Sentí miedo. Mis piernan temblaban. -Vas a caerte- me susurró roncamente y al notar que yo continuaba atónita agregó- los cordones, Alma. Mi nombre. Mi nombre sonaba tan amargo en su voz. Tarde. Mis rodillas se quebraban ya hasta el sucio suelo: mis temores estaban desatados. Sin darme cuenta estaba rogándole, estaba rezándole, estaba a sus órdenes. Ya no podía levantar mi mirada, sólo esperaba un hachazo o un milagro. Cerré los ojos con fuerza, apreté los dientes mientras oraba, atea, suplicando a dios, a quien quisiera oirme. Lloré. Lloré idiota, lloré horrorizada. Espié sus pies. Seguía frente a mí. Sus escuálidas rodillas me amenazaban puntiagudas. Desesperación. Me amarré a su cintura, pidiendo piedad. Me levantó de golpe, no sé cómo. Ahora me rodeaban sus flacos brazos, me arañaban sus hirientes uñas, me apretaban sus helados dedos. Le pedí que me soltase. No lo hizo. Estaba agitada, estaba arrepentida. Yo había caminado hasta el subsuelo. Yo había gritado, desconsolada, su nombre. Yo había organizado la cita. Quería huír, mas estaba encadenada, prisionera de mis tristes súplicas y de sus pálidas manos. Vació de pronto mis bolsillos. Arrancó de mis hombros la mochila, me quitó el abrigo. Me desabrochó la camisa. Me desnudó. Borró mis tatuajes, heló mi sudor. Quebró violentamente mi columna. Vació mi cuerpo. Mi alma, amarga Alma, flotó en el aire, se fugó despavorida. Hacia lo eterno, hacia la nada. La miré fijo y bajó la vista. -Maldita Muerte, convidame otro pucho.

4 comentarios:

  1. Fui despedazándome mientras avanzaba en tu prosa

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  2. creeme o no, mi cara se horrorizó
    me gusta como escribis, es todo tan VIVIDO

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  3. ¿Esto lo escribiste vos?
    Felicidades, felicidades y felicidades por un escrito tan exquisito.
    Te admiro.

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  4. Me gusta mucho esta prosa. Está muy bien manejado el pathos. Felicitaciones!

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